Et unum hominem, et plures in infinitum, quod quis velit, heredes facere licet - wolno uczynić spadkobiercą i jednego człowieka, i wielu, bez ograniczeń, ilu kto chce.

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veces de un cielo sereno que alumbra el sol; y como aquéllas se deslizan
brillantes al través de sus rayos, se resbalaban las lágrimas de María al través
de su sonrisa.
-Hermana mía, decía Marcela a Elvira; después del mío, mi dulce Jesús, tu
esposo es el mejor y más perfecto. Mira mi Ventura qué bien parecido está. Si
tuviese una vara de azucenas en la mano, se parecería a San José en los
desposorios.
Y tenía razón en celebrar a su hermano, porque Ventura, primorosa y
ricamente vestido, más animado y gallardo que nunca, dando prisa para que se
pusiesen en camino, era el tipo que hubiese escogido un estatuario para esculpir
un Aquiles.
Perico olvidaba a Rita para mirar a su hermana con sus grandes y suaves
ojos pardos, con una profunda mirada de inesplicable cariño.
Sólo Rita tenía aire indiferente y aburrido.
Melampo era de parecer que se hacía mucha bulla por poca cosa, y se fue
debajo del naranjo a dormir. Este sacudía todas sus flores, como si hubiese
querido regar con ellas la senda de la novia.
Iban a salir, cuando un ruido estraño llegó a sus oídos: parecía compuesto
del bramido del toro acosado, y de los lamentos de la cierva herida y del rugido
de sorpresa del león herido en su sueño.
Era este causado por el grito de alarma y de rabia de bandadas de fugitivos
que llegaban, y por las esclamaciones de asombro y de indignación de los del
pueblo que se preparaban a imitarlos.
Los franceses, que habían entrado a pasos agigantados en Sevilla, seguían
su marcha devastadora hacia Cádiz.
Perico, previendo este funesto suceso, tenía prevenido un lugar de refugio a
su familia en una hacienda solitaria apartada de todo tránsito, y al intento
caballerías en sus cuadras.
Mientras los hombres corrían al corral para aparejarlas, las mujeres
desatinadas sacaban y liaban las ropas, y traían cuanto podía cargarse en los
serones.
-¡Qué triste agüero, Ventura! le decía Elvira; el día que nos debía unir, nos
separa.
-Nada puede separarnos, Elvira, contestó Ventura. Desafío a cuantos lo
intentasen. Marcha tranquila; acá nos vamos a alistar, y en el camino os
alcanzaremos.
Violas Ventura alejarse bajo la custodia de Perico, y no se volvió a su casa
hasta que los hubo perdido de vista.
Pero ya se oía a la entrada del lugar el funesto son de los tambores que
anunciaban la terrible falange armada, que se arrojaba sobre aquel pobre pueblo
desarmado, cogido de sorpresa y tratado como esclavo.
Venían en nombre de esa usurpación inicua, cuyos precedentes pertenecen
a los tiempos bárbaros, así como pertenece a los tiempos heroicos la resistencia
que halló, y contra la cual se estrelló, combatiendo sin gloria y sucumbiendo con
vergüenza.
-Seguidme, padre, dijo Ventura; hermana, ven, huyamos.
-Es tarde, repuso Pedro, están ya ahí; pero tú escóndete, Ventura, esconde a
tu hermana; en llegando la noche huiremos; más por el pronto escondeos.
-¿Y vos, padre? preguntó Ventura, vacilando entre la necesidad y la
repugnancia que le causaba tener que esconderse.
-Yo, repuso Pedro, aquí me quedo. A mí, pobre viejo, ¿qué me han de hacer?
Vamos, obedeced; escondeos. Marcela, ¿qué haces ahí más fría, más parada
que una estatua de piedra? ¿Ventura, en qué piensas que no te mueves?
¿Quieres perderte? ¿Quieres perder a tu hermana? ¡Ventura, hijo! ¿Me quieres
matar?
Este grito de angustia de su padre sacó a Ventura del estupor en que lo
habían puesto la incertidumbre, la sorpresa y la rabia.
-Preciso es, murmuró apretando los puños y los dientes, padre, padre,
esconderme como una mujer. ¡Mientras viva no se me ha de quitar la vergüenza!
Y tomando una escalera de mano, la apoyó contra un boquete que se notaba en
el techo, y que daba entrada a un sobrado o desván, en el que se guardaban las
semillas y trastos viejos; hizo subir a su hermana, subió a su vez y tiró tras de sí
la escalera.
Tiempo era, porque llamaban a la puerta. Pedro fue a abrir.
Un granadero francés entró.
-Prepárame, le dijo a Pedro en su gerigonza, de comer, de beber; dame tu
dinero, si no quieres que yo te lo tome, y llama a tus hijas, si no quieres que las
vaya a buscar.
La sangre del honrado y altivo español le subió al rostro; pero respondió con
moderación:
-Nada tengo de cuanto pedís.
-¿Qué quiere decir que nada tienes, brigante? ¿Sabes con quién hablas?
¿Sabes que tengo hambre y sed?
Pedro, que había pensado pasar todo el día tan celebrado de la boda de su
hijo en casa de Ana, y de consiguiente nada tenía prevenido, se acercó a la
puerta que comunicaba con lo interior de la casa, y señalando con la mano el
fogón apagado, repitió:
-¡Ya os dije que nada de comer hay en casa, sino pan!
-¡Mientes! gritó rabioso el francés; es mala voluntad. Pedro clavó sus ojos en
el granadero, y en ellos chispearon por un instante toda la indignación, toda la
cólera, todo el resentimiento que abrigaba su alma; mas un segundo
pensamiento, que lo hizo estremecerse, se los hizo bajar, y dijo en voz
conciliadora:
- Mirad que os he dicho la verdad. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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    Fallite fallentes - okłamujcie kłamiących. Owidiusz
    Diligentia comparat divitias - pilność zestawia bogactwa. Cyceron
    Daj mi właściwe słowo i odpowiedni akcent, a poruszę świat. Joseph Conrad
    I brak precedensu jest precedensem. Stanisław Jerzy Lec (pierw. de Tusch - Letz, 1909-1966)
    Ex ante - z przed; zanim; oparte na wcześniejszych założeniach.