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ocurra habrá una gran transferencia de calor.
- ¿Pero qué importancia tiene eso mientras el calor no llegue hasta abajo?
- Puede haberla. Considere las cosas como van a ocurrir día a día. El primer día habrá
una pequeña penetración de las corrientes. Luego por la noche perderemos no sólo el
hidrógeno que ha ingresado durante el día sino también la parte de la atmósfera hasta
donde han penetrado las corrientes. De manera que en el primer día y la primera noche
perderemos una capa externa de nuestra atmósfera además del hidrógeno. Luego la
noche y día siguientes perderemos otra capa. Y así siguiendo. Día a día la atmósfera se
irá desprendiendo en una serie de capas.
- ¿Alcanzará para un mes?
- Ese es exactamente el problema. Y no puedo decirle la respuesta. Quizá no dure diez
días. Quizá alcance fácilmente para un mes. No lo sé.
- ¿No puede averiguarlo?
- Puedo intentarlo, pero es horriblemente difícil asegurarse que todos los factores
importantes están incluidos en el cálculo. Es mucho peor que el problema de la radiación.
Es indudable que podremos conseguir algún tipo de respuesta, pero yo no le daría toda
mi confianza. Puedo decirle desde ahora que éste va a ser un asunto muy escurridizo. De
nuevo para serle franco, no creo que sepamos mucho más de aquí a seis meses. Esta es
probablemente una de las cosas que son demasiado complicadas para un cálculo directo.
Me temo que tendremos que esperar y ver.
- ¿Qué tengo que decir a Londres?
- Eso le toca a usted. Por cierto que tendría que decirles que preparen la evacuación de
los altos distritos montañosos aunque los que hay en Gran Bretaña no son bastantes altos
para que importe mucho. Pero dejo a su juicio cuánto les va a decir del resto.
- No es muy agradable, ¿no?
- No. Si se encuentra muy deprimido le recomiendo una charla con uno de los
jardineros, se llama Stoddard. Es tan lento que nada lo preocupa, ni siquiera que sea
barrida la atmósfera.
Durante la tercera semana de enero el destino del Hombre podía leerse en el cielo. La
estrella Rigel de Orión se había oscurecido. La espada y el cinturón de Orión y la brillante
estrella Sirio la siguieron en semanas siguientes. La Nube podía haber bloqueado casi
cualquier otra constelación, excepto quizá el Arado, sin que su efecto fuera tan
ampliamente notado.
La prensa revivió su interés en la Nube. Diariamente se publicaban «informes del
progreso». Las compañías de ómnibus descubrían que cada vez eran más populares sus
giras al Misterio de la Noche. La «investigación de público» demostró un incremento al
triple en la audiencia de una serie de charlas sobre astronomía por la B.B.C.
Al finalizar enero quizá una persona de cada cuatro había visto realmente la Nube. No
era una proporción suficientemente para controlar la opinión pública, pero era suficiente
para persuadir a la mayoría que era hora de que miraran por sí mismos. Ya que no era
posible para la mayoría de los habitantes de la ciudad que se trasladaran al campo de
noche, se sugirió que se interrumpiera el sistema de luces de la ciudad. Al principio esto
fue resistido por las autoridades municipales, pero la resistencia sólo sirvió para cambiar
las amables sugerencias en estridentes demandas. Wolverhampton fue la primer ciudad
de Inglaterra que impuso un oscurecimiento nocturno. Siguieron otras rápidamente y al
terminar la segunda semana de febrero capitularon las autoridades de Londres. Por último
la población en general estaba por completo en conocimiento de la Nube, que se
presentaba como una mano asiendo a Orión, el Cazador de los Cielos.
En los Estados Unidos se repetía algo muy similar, y también en todo país
industrializado. Los Estados Unidos tenían el problema adicional de evacuar gran parte de
los estados occidentales, ya que una considerable área de territorio poblado se encuentra
por encima de los 1.700 metros, que Nortonstowe daba en su informe como límite de
seguridad. Por supuesto que el Gobierno de los Estados Unidos había remitido el asunto
a sus propios expertos, pero sus conclusiones fueron más o menos las mismas que las de
Nortonstowe. Los Estados Unidos también se ocuparon de evacuar las repúblicas andinas
de Sudamérica.
Los países agrícolas de Asia quedaron extrañamente imperturbados por la información
que recibieron a través de las Naciones Unidas. Su política era «esperar y ver», que
podría considerarse como la más sabia de todas. Durante miles de años el campesino de
Asia se había acostumbrado a los desastres naturales, «actos de Dios» como los
llamaban los abogados de Occidente. Para la mentalidad oriental las sequías y las
inundaciones, las tribus merodeadoras, las plagas de langostas, las enfermedades, tenían
que ser soportadas pasivamente, y así tenía que ser con la nueva cosa en el cielo. En
cualquier caso la vida les ofrecía poco y, en consecuencia no la estimaban demasiado.
La evacuación del Tibet, Sinkiang y la Mongolia exterior se dejó a los chinos. Con
cínica indiferencia no hicieron nada. Los rusos, en cambio, fueron cuidadosos y rápidos
en su evacuación de Pamir y sus otras áreas elevadas. Hicieron verdaderos esfuerzos
auténticos para sacar a los afghanos, pero los emisarios rusos fueron expulsados de
Afghanistán a punta de pistola. La India y Pakistán tampoco escatimaron esfuerzos para
asegurar la evacuación de la parte sur del Himalaya por debajo de la división de las
aguas.
Con la llegada de la primavera al hemisferio norte, la Nube pasó cada vez más del cielo
nocturno al cielo diurno. De manera que aunque se expandía rápidamente hacia afuera de
la constelación de Orión, que ahora estaba oscurecida por completo, su presencia era
mucho menos obvia para el observador casual. Los ingleses todavía jugaban al cricket y
cultivaban sus jardines, al igual que los norteamericanos.
El amplio interés en la jardinería se vio favorecido por un verano excepcionalmente
precoz que comenzó a mediados de mayo. Por cierto que la aprensión estaba muy.
difundida pero era algo atenuada hasta presentar un contorno difuso por semana tras
semana de un maravilloso y claro tiempo soleado. La cosecha de vegetales estaba lista
para el consumo a fines de mayo.
Al Gobierno, en cambio, no le causaba tanto placer el tiempo excelente, ni mucho
menos. La razón que lo justificaba era ominosa. Desde que había sido detectada por
primera vez la Nube había completado cerca del noventa por ciento de su viaje hacia el
Sol. Por supuesto se había advertido que a medida que se aproximaba al Sol la Nube iba
a reflejar cada vez más radiación y por consiguiente la temperatura se iba a elevar en la
Tierra. Las observaciones de Marlowe sugerían que habría poco o ningún aumento de la
luz visible, previsión que resultó correcta. Durante toda la brillante primavera y primera
parte del verano no hubo un aumento del brillo en el cielo que se notara. Lo que estaba
ocurriendo era que la luz del Sol tropezaba con la Nube y era reflejada como calor
invisible. Por fortuna no toda la luz que llegaba a la Nube era irradiada en esta forma pues
de ese modo la Tierra se hubiera transformado en un planeta por completo inhabitable. Y
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Fallite fallentes - okłamujcie kłamiących. Owidiusz
Diligentia comparat divitias - pilność zestawia bogactwa. Cyceron
Daj mi właściwe słowo i odpowiedni akcent, a poruszę świat. Joseph Conrad
I brak precedensu jest precedensem. Stanisław Jerzy Lec (pierw. de Tusch - Letz, 1909-1966)
Ex ante - z przed; zanim; oparte na wcześniejszych założeniach.